jueves, 24 de agosto de 2017

—Le pido disculpas, señorita… —tanteó él.
—Desconocida del aeropuerto. Él le sonrió. Unas irresistibles arruguitas aparecieron alrededor de sus ojos y Miriam apretó los muslos bajo la mesa.
—Bien, señorita desconocida del aeropuerto. No pretendía ofenderla, pero si lo he hecho le pido disculpas. No parece que haya tenido un buen día.

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